La campaña de primera vuelta ya se acaba, con candidatos que atacan a sus adversarios, y que se victimizan cuando reciben fuego de vuelta.
Piñera se queja constantemente de ser blanco de «canalladas» y «campañas sucias», pero se refiere a Guillier como demagogo, y hoy dijo que «la odiosidad y la amargura del PC se han tomado su alma».
Guillier se queja de recibir «ataques brutales», pero se refiere a Piñera como «un peligro» que va a desatar la «persecución más brutal». Y ni hablar del lenguaje de Navarro, Kast o ME-O.
Una campaña puede ser dura, y se espera que haya confrontación sobre las diferencias entre propuestas, y también sobre la personalidad y las historias de los candidatos.
Pero esa confrontación debería basarse en argumentos, en hechos, en verdades, y no en el recurrente intento de instalar posverdades, o mentiras completas, en el debate.
Y menos en ataques personales ni en una constante victimización que sólo ve la viga de la agresividad en el ojo ajeno.
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